jueves, 12 de abril de 2012

Excursión al Cerro Guanaco | Tocar el cielo con las manos

Poco menos de mil metros de altura, una caminata de cuatro horas, ocho kilómetros de recorrido y paisajes únicos dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego. El Cerro Guanaco, descubre toda su intimidad en un paseo que nadie debería perderse. Iniciamos la caminata pasadas las 13 del sábado último. La conquista esta vez era la cumbre del Cerro Guanaco de 970 metros y que pertenece al Parque Nacional Tierra del Fuego. Esta nota data de marzo de 2008.


A él se accede a través de un sendero costero a orillas del Lago Roca hacia la derecha en una bifurcación que también lleva al hito XXIV. De inmediato nos internamos en un bosque de lenga añoso y muy colorido. El sendero nos indica que debemos comenzar la ascensión. Como en casi todas las sendas del Parque, lo cruzan las raíces superficiales de los árboles. En oportunidades significan un excelente punto de apoyo en la subida, pero en otras, es un obstáculo que hasta puede costarnos alguna caída o un fuerte golpe. Hay que ir observando todo, pero con especial atención a la ruta de montaña.

Cuando hemos subido unos cuantos metros y al volvernos, el lago Roca muestra su majestuosidad a través de las ramas. Su color, debido a lo nublado del cielo, presenta tonalidades verdosas que le dan un aire misterioso. La mirada se pierde en toda su geografía . La picada se hace cada vez más empinada. Más difícil. El agua es un buen aliciente a la hora de evaluar los pros y los contras de esta empresa. Esta caminata está calificada como exigente. Mejor seguir livianos de carga y con la ropa necesaria.


Lo más impresionante, mientras subimos, es observar y oír a la naturaleza. Desde el fondo de una quebrada proviene el murmullo del agua bajando para encontrarse con el Roca, se oyen a los pájaros pasar raudos mientras el cielo pasa de un gris plomo a un azul intenso. Mirar los troncos, dibujar con los ojos la curvatura de sus formas, las ramas, las copas de estos gigantes del Sur. Me detengo. Las hojas de la lenga comienzan a jugar con los colores. Es que el otoño se aproxima y sus tonalidades pasan de verde a rojo y amarillo. Maravilloso.


Si es por agua, no hay problema. El arroyo que baja del Guanaco nos da sabor, frescura y una sonrisa que no se puede borrar fácilmente. Es que por todos lados hay naturaleza. Volvemos al sendero. Se hace muy costoso poder armonizar todo lo que hay que tener en cuenta. La respiración, los pasos, cómo disponer los pies al subir… Pero hay que llegar.


Cuando estamos por alcanzar un balcón en el cerro, poco más arriba de los cuatro kilómetros de ascensión, nos cruzamos con dos jóvenes turistas israelíes. Ellos cuentas que la vista desde la cumbre es magistral y nos alertan que aún falta casi dos horas de caminata. Se me ocurre pensar en regresar, pero como se dice en Argentina, “ya estamos en el baile (caminata)”

Al llegar al balcón, un claro de árboles, se divisa enfrente el imperturbable Cerro Cóndor, a sus pies el lago Roca –que ahora se ve en toda su extensión- y hacia la izquierda se comienza a dibujar el curso del río Lapataia. Es un buen momento para disfrutar el agua que cargamos en el arroyo. El viento es un gran ausente esta tarde. Al menos por ahora.


Seguimos la travesía y ya nos quedan pocos metros para alcanzar el límite de vegetación, suponemos haber alcanzado ya los 700 metros de altura. Al llegar a él, nos topamos de frente con un valle de alta montaña, un turbal nos da la grata bienvenida y sorpresivamente nuestros ojos deben acostumbrarse a la amplitud del terreno. Ya no están los árboles en medio. Todo es valle, vegetación achaparrada y los picos de las montañas circundantes a nuestro nivel.


Es hermoso ver tanta inmensidad.


Miramos hacia la cumbre y arriba se dibuja débilmente un sendero. Hasta allí hay que llegar. Cruzamos el turbal y un intenso olor a chocolate inunda el lugar. A los costados del camino se pueden apreciar matas de Cardito o Flor de Chocolate (Nassauvia magellanica) a su lado también hay muchas de Edelweiss fueguina (Perezia magellanica) ambas solo crecen en la alta montaña, de ahí que sea tan extraño verlas. ¡Uno, no sube todos los días a las montañas!


También pudimos apreciar a Primavera (Primula magellanica) una flor blanca, que crece acompañada en la alta montaña y la clásica Mata Negra (Chiliotrichum diffusum) que se encuentra casi en toda la zona Sur de la isla. Volvemos sobre nuestro derrotero.


El sendero ahora es de roca y piedra, aunque el terreno ahora es más firme al pisar. Nuevamente nos volvemos y apreciamos una postal increíble. Vemos toda la inmensidad del Parque.


A la derecha el Roca, luego el archipiélago Cormoranes en el centro junto al río y bahía Lapataia y a la izquierda el canal de Beagle. De frente, Navarino a la izquierda, el canal Murray y la isla Hoste en Chile. Todo se tiñe de un azul muy suave producto de un efecto óptico en la atmosfera que le da un halo de incógnita.


Ahora subir es mucho más fácil –aparentemente- ya que el aire circula libre, solo hay inmensidad y sendero. De a ratos el viento se torna frío, sucede cada vez que una nube tapa el sol. Pero seguimos. Un cartel, enhiesto mediante piedras y rocas pizarrosas, indica que solo resta un kilometro para la cumbre.


De pronto, vemos que detrás de una lomada aparece la figura de un muchacho. A medida que se acerca, podemos ver en su rostro y en el ritmo de su andar que está exhausto pero que desea llegar al final del sendero. Allá abajo, junto al lago Roca. Charlamos brevemente con él y nos cuenta que está acampando con una amiga en Lapataia y que el viernes recorrió el sendero del hito XXIV y en la semana regresa a trabajar a su Rosario natal. Viene conociendo toda la Patagonia argentino chilena. Comienza a estirar los músculos de sus extremidades, para facilitar el último tramo en descenso y se despide.


Seguimos y ya se van definiendo más claramente las formas de las rocas superiores. Colores que van del negro al marrón, ocre, azul y tonalidades blancas tiñen un momento especial. El frío se hace sentir más que antes.
Ya estamos cerca de alcanzar la cumbre. Aunque la respiración se entrecorta, los músculos piden parar y el viento comienza a soplar con mayor intensidad un solo propósito embarga la garganta. Llegar. Por fin, las piedras son más cercanas… desde el otro lado se ve las cumbres del cordón Martial, el aire parece más limpio… y ¡sí! A doscientos metros a la derecha está la cumbre del cerro Guanaco.



Una enorme cresta de piedra pizarra, tiene forma rectangular y una de sus caras, la más alta, mira al oeste. Alcanzamos a divisar en la cima a 4 turistas saltando y festejando haber llegado a la meta. ¿Quién no festejaría? Subimos por completo a esta montaña secundaria y la imagen nos congela.


Al fondo, 970 metros abajo está el Cañadón del Toro y se dibuja el curso del río Pipo. Más arriba en el valle de ese mismo río podemos apreciar una castorera. Adivinamos porque se ven claramente los troncos desprovistos de ramas y hojas.
Hacia el sur, hacia el Beagle vemos todo. Contarles que alcanzamos a ver allí, es romper una travesía que regala mucho más de lo que hemos contado.


De todos modos, subimos a esa cresta del Guanaco. Una vez allí, sentimos que sólo somos una ínfima parte de la creación. Los más pequeños ante enormes demostraciones de la naturaleza. Llegamos a los 970 metros a las 18,30.


Información técnica: Senda al Cerro Guanaco: Comprende el ascenso al Cerro Guanaco (970 m) por una picada de pendiente muy pronunciada. La senda es de exigencia alta y es de 8 km de recorrido. (Fuente APN)

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